Se hace de una secta por los canapes.Nunca se habia interesado por la regilion.

Hace dos semanas que Marina Pérez no ve a su marido Carlos. Éste le comunicó que abandonaba el hogar familiar para ingresar en la secta “Paladines del Buenismo”. Al parecer, acudió por primera vez a una conferencia cultural y quedó impresionado por el refrigerio que en ella se sirvió. A partir de entonces fue asistiendo asiduamente al local hasta que le convencieron de que “los paladines buenistas” serán los escogidos para ser salvados por un platillo volador que les llevará a un planeta hecho de pan de molde.“Hasta hace poco, los adolescentes eran las personas más vulnerables y con más números para ser sometidos a los influjos de una secta. Hoy en día, sin embargo, las redes sociales suplen el vacío que solían llenar las sectas, por lo que éstas tienen que buscar otros objetivos”, comenta Jaime Palacete, especialista en sectas de la Policía Nacional. “Su nuevo objetivo son los hombres maduros de cincuenta años a los que es fácil engatusar mediante la comida”, añade el experto.Marina empezó a sospechar de su esposo cuando descubrió que comía canapés a escondidas. “Tenían símbolos extraños dibujados con mayonesa, busqué por Internet y supe lo de esa secta”, comenta. Él, por supuesto, lo negó todo.Según Palacete, es probable que la secta intentara atraer a Carlos con la promesa del sexo con miembros de la comunidad o con la idea de la salvación eterna. “Pero para ganarte a mi marido lo que tienes que hacer es llenarle el buche, no prometerle la felicidad eterna. Él busca lo inmediato”, dice Marina amagando el llanto. “Yo misma me gané su cariño a base de fabada cuando éramos jóvenes. Y si en esa secta o lo que sea le dan bien de comer, no hay manera de recuperarlo. Es ir a una boda y volverse loco: coge los canapés como si jugara a las damas y cuando ya no le caben en la mano se los mete en la boca. En el fondo, siempre he sabido que era un fanático. Tarde o temprano tenía que pasar”, sentencia la mujer.Cada año, al menos doscientos hombres maduros caen víctimas de sectas destructivas que merman su voluntad a base de canapés, pinchos y cañas.

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